miércoles, 22 de septiembre de 2021

El Alfajor

 

El Alfajor

 

Esa tarde volví del trabajo cansado. Pasé por delante de un kiosco y entré a comprarme un alfajor. “Dame unas gomitas y ese fantoche de chocolate”, le dije al kiosquero. El hombre puso todo en una bolsita y me lo cobró.


Llegué a casa, abracé a mi hijo, le di la bolsita con gomitas, besé en la frente a mi mujer, me saqué los zapatos, me senté en el sillón, prendí la tele y abrí mi alfajor. El mismo tenía una pelusita blanca en la parte de arriba, me fijé en el envoltorio y descubrí que se había vencido hacia una semana. 


A regaña dientes y con mucho mal humor volví a calzarme y caminé las 4 cuadras que me distanciaban del kiosco. 


- Buenas, hace un rato te compré este alfajor, está feo, con hongos, y vencido.- le entregué el alfajor al kiosquero, el hombre lo tomó, lo observó, y me lo volvió a dar.

- ¿Y qué querés que haga flaco?

- ¿Cómo que quiero que hagas? Que me lo cambies por otro o que me devuelvas el dinero.

- ¿Y yo cómo sé que lo compraste acá? ¿Tenés el ticket?

- ¿Qué ticket? no me diste nada.

- Ah no, entonces no te puedo ayudar.

- ¿Me estás cargando flaco? ¿Cómo voy a tener el ticket de un alfajor? A parte vos tampoco me lo diste.

- Problema tuyo, yo no tengo obligación de hacerlo por montos tan chicos, pero vos si tenés obligación de pedirlo si después vas a querer reclamar.

- Ah bue, flor de garca resultaste.

- No me faltes el respeto, yo a vos no te insulté

- ¿Y cómo se le dice a un ladrón como vos que se hace el boludo para no hacerse cargo de que vende las cosas en mal estado?

- Te pido que te vayas ya de mi local o te saco a patadas.

- A quién vas a sacar pelotudo, yo de acá no me voy sin mi alfajor.


El kiosquero salió de atrás del mostrador y me tomó con fuerza de los hombros. Le di un cabezazo en la nariz. Del golpe retrocedió y me tiró un manotazo, lo sentí con fuerza en la cara. Me agaché y corrí hacia él tomándolo de la cintura, su cuerpo rebotó contra la pared. Me pegó con el codo en la espalda, perdí el equilibrio. Como pude lo patee en la rodilla y él también cayó. Reaccioné rápido y me le fui al humo, le sostuve los brazos con mis piernas y comencé a golpearlo en el rostro. Su sangre saltaba por todos lados, salpicando las paredes, los pisos y la mercadería del kiosco. Cuando me cansé me incorporé y miré todo a mí alrededor, el negocio estaba hecho un desastre. Tomé una botella de alcohol de una repisa y rocié su cuerpo, las golosinas, los estantes, hasta que se me acabó el líquido incoloro. Tomé una caja de fosforo, prendí uno y lo tiré sobre el cuerpo del kiosquero, la llama azul no tardó nada en aparecer. Salí corriendo del local y me paré en la vereda de enfrente, las llamas avanzaron rápido quemando todo a su paso, incluso se extendieron a un departamento que estaba construido arriba del local. Escuché algunos gritos, de mujer, de niños, alguien rompió una ventana, pero solo empeoraron todo, las llamas se agigantaron. Llamé a los bomberos, pero tardaron demasiado en llegar al lugar, ya era tarde para todos los que estaban ahí. 


Solo quería disfrutar de un alfajor después del trabajo, solo quería relajarme señor juez. ¿Qué pretendía que hiciera, qué me quedara en mi casa de brazos cruzados sintiendo que me habían estafado, qué se habían aprovechado de mí? Nunca pretendí llegar tan lejos, todo se desbordó, yo solo quería que el kiosquero me cambiara el alfajor. Ud. quiere condenarme a pena de muerte por un alfajor, ¿eso le parece justo? Dejar huérfanos de padre a mis hijos, viuda a mi mujer, destrozarles la vida, marcarlos de por vida, todo solo por un alfajor. No es justo señor juez. Si pudiera volver el tiempo atrás haría las cosas distinto, evitaría que fallecieran esas 4 personas, yo no quería que se mueran, pero no puedo viajar en el tiempo, nadie puede. No condene a mi familia a una vida de miseria y humillaciones por un error mío señor juez, yo solo quería un alfajor, quería disfrutar de un alfajor.

miércoles, 11 de marzo de 2020

Alfajor de Maisena


Él la vio a Ella por primera vez en un recreo del colegio secundario. Ella junto a otros compañeras vendían alfajores de maisena con la intensión de juntar fondos para la fiesta de egresados de los de 5to. Le cautivó inmediatamente sus ojos y su sonrisa. No pudo dejar de verla hasta que Ella lo miró a Él. Apartó la vista como si nada hubiese pasado pero se sintió nervioso, inquieto, como si hubiese estado haciendo algo malo.

A los pocos segundos sintió un ‘disculpá’ al lado de él. Ella lo miraba y le ofrecía un pedacito de alfajor.

      -          Son caseros, ¿te gustaría probarlo?

Él no podía creer que justo Ella le estuviese hablando y mirándolo directo a los ojos. Solo atinó a negar con la cabeza. Ella le regaló una sonrisa y se alejó.

Pasaron los días, averiguo su nombre, su dirección, su teléfono, pero nunca dejó de buscarla en los recreos, mientras sus compañeros jugaban o conversaban, Él buscaba su mirada para volver a sentir lo de la primera vez. Nunca se animó a hablarle.

Una noche de un sábado de noviembre justo antes de terminar las clases y sabiendo que no volvería a pisar el colegio ni a verla Él tomó coraje y la llamó por teléfono, una voz ronca preguntó ‘¿quién es?’ y asumiendo que era el padre de Ella colgó el teléfono sin pronunciar palabra.

El tiempo pasó y la fue olvidando, comenzó la facultad, se enamoró, se puso de novio, se recibió, comenzó a viajar todos los días 75 km para llegar al trabajo, se casó y continuó viajando.

Una tarde le comentaron de un nuevo servicio en el tren, uno diferencial, más caro de lo normal, pero que garantizaba que en 1 hora llegaría a su casa y viajaría cómodo. Decidió empezar a usarlo y mientras hacía la cola para subir al mismo volvió a verla. Al principio no la reconoció, le pareció hermosa y algo familiar. Hasta que Ella se dio vuelta y lo vio directo a los ojos. Al reconocerla apartó la vista sin pensarlo. Desde ese día comenzó a utilizar el servicio diferencial del tren solo para cruzarse con Ella. Sabía que la mayoría de las veces viajaba con dos amigas y que casi siempre subían al último vagón. Comenzó a salir temprano del trabajo para asegurarse un asiento en el último vagón, y verla aunque solo fuesen unos segundos. Anhelaba con todo el alma que Ella lo viera y le sonriera, pero cada vez que sus ojos se cruzaban Él apartaba la vista.

A los meses cambio de trabajo, mejor puesto, mejor salario, mayor responsabilidad. Pudo construir su casa junto a su señora tener su primer hijo. Cambio el tren por el colectivo para poder llegar más temprano y volvió a olvidarse de Ella.

Las mañanas y las tardes se le iban en sus viajes en colectivos. Su vida fue pasando rápido, su hijo fue creciendo, y él envejeciendo. Una mañana cualquiera se despertó a mitad de un viaje en el colectivo y le pareció que Ella viajaba a su lado, mirando hacia él, pero dormida. Se preguntó si a propósito Ella había elegido ese asiento para viajar a su lado, si lo había reconocido y había buscado dormir aunque sea un ratito a su lado. Mientras volvía a perderse en el sueño intento memorizar su rostro, sus pecas, sus rasgos, sus arrugas, sus detalles.

A partir de ahí comenzó a soñar con ella, con vidas paralelas, con romances, viajes, peleas, a veces ella era rubia, a veces morocha, a veces flaca otras altas como él, pero él sabía que siempre era ella, aunque no lo pareciera. Esas mañana se despertaba con una sonrisa, cantaba, cocinaba, bailaba un tango en frente de un video de youtube del polaco Goyeneche. Esas mañanas era feliz.

Un caluroso y llovioso lunes de febrero llegó corriendo a la parada del colectivo y ahí estaba Ella esperando. Subieron juntos y la cantidad de gente hizo que viajaban casi pegados. Se sentía el olor a humedad en el ambiente y la tensión entre ellos. Él hacía que leía un libro, Ella que miraba el celular, pero no podían evitar buscar momentos para mirarse mutuamente. Llegaron a destino y se perdieron, pero Él se quedó con una pista de cómo hallarla, de dónde buscarla. Al día siguiente volvió a la misma parada y otra vez estaba Ella esperando. Subieron juntos y quedaron parados uno muy cerca del otro, varias veces intentó hablarle, pero no le salían las palabras, temía quedar como un atrevido, un acosador o un boludo. El miércoles llegó y Ella no estaba en la parada, pero justo cuando Él estaba por subir Ella apareció corriendo y quedó viajando a su lado. No podía evitar mirarla, pero cada vez que Ella lo miraba volvía a apartar la vista. Le gustaba, le encantaba, ella era la mujer de sus viajes, de sus sueños, pero casi nunca los sueños se convierten en realidad, y porque justamente ese debía ser la excepción. Cuando llegaron a destino ambos bajaron en la misma parada, Él se fue corriendo a tomar otro colectivo interno y lo perdió, cuando llegó el siguiente Ella apareció entre la gente y subió un segundo antes que Él. Ella lo vio y se le tensaron los músculos de la cara, Él supo que Ella lo había reconocido. Se sentaron en espacios separados, Él sacó su libro, Ella su celular. Viajaron juntos hasta afueras de la ciudad, cuando Él se paró para bajarse Ella se paró y se quedó mirándolo. Él bajo primero y caminó hacia la izquierda, juntó todo el coraje que creía olvidado y decidió hablarle por primera vez en su vida, habían sido muchas coincidencias para un solo día, los dioses estaban jugando con ellos, buscaban que se juntaran sus destinos, sus vidas, y quien era él para contradecirlos, pero al darse vuelta Ella había caminado hacia el otro lado, y la dejó ir. Hubiese cambiado todo en ese instante por estar con Ella. No le importó si su esposa y su hijo lo esperaban, él quería mirarla a los ojos y hablarle aunque solo fuese una vez, pero en vez de eso la vio alejarse lentamente hacia el otro lado.

Su hijo fue creciendo, terminó la primaria, el secundario, la universidad. Él fue cambiando de trabajo, probó ser jefe, gerente, supervisor, pero decidió volver en sus últimos años de trabajo a ser un simple programador. Como seguía viajando cada día solo pretendía estar lo menos posible en la oficina. Su mujer se enfermó y enfrentaron juntos tres veces a la quimioterapia. La última no la soportó. Enviudó y todos sus conocidos, amigos, parientes lo saludaron con un abrazo y un lo siento. Casi habían sido 40 años juntos. Él no había estado con nadie más en ese tiempo, no había tenido otro amor, o no material. Su último año  de trabajo se lo regalaron, le pagaron una indemnización generosa y cambio los viajes de trabajo por los de turismo. Cada vez que se subía a un avión tenía la esperanza de volver a verla a Ella, la buscaba entre la multitud, buscaba su rostro envejecido, arrugado, pero suyo.

A partir de los 70 años sus días comenzaron a transcurrir entre las plazas y su nieto. Todos los días se levantaba temprano, desayunaba y salía a caminar. Al mediodía pasaba por lo de su hijo y cocinaba para su nieto, lo vestía, lo alimentaba y lo llevaba al colegio. A la tarde pasaba a buscarlo y lo ayudaba con sus deberes. A la noche volvía a su hogar a leer o mirar alguna serie. Una tarde su hijo le pidió si podía llevar al niño a un cumpleaños, como había que quedarse su hijo no podía hacerlo. Él aceptó gustoso. Llegaron, les abrieron, el niño salió corriendo hacia el pelotero y Él se quedó saludando. Al final del salón una señora de espaldas sostenía una bandeja con alfajores de maisena, al darse vuelta era Ella. La reconoció al instante y no pudo evitar sonreír por reflejo. Ella lo vio y le temblaron las manos.

       -          Son caseros, ¿te gustaría probarlos?
       -          Más que nada en este mundo – le respondió con una sonrisa
       -          ¿Y? ¿Qué te parecieron?
       -          Nunca comí algo tan rico en mi vida – le dijo mientras se presentaba con su nombre y apellido y se atrevía a tomarle de la mano.

Nunca es tarde en la vida para aceptar un alfajor de maisena.

miércoles, 5 de julio de 2017

Sonrisas

Ayer volvíamos de patín con la gorda, ella contenta con un paquete de galletitas sonrisas que le había comprado la flaca en el buffet. La pase a buscar porque le había prometido que íbamos a cocinar juntos, y con las promesas hacia ella y Santi no me queda otra que cumplirlas.

La gorda tomaba una galletita, miraba el dibujito y se lo ponía delante de la cara diciéndome ‘mirá mi cara papi’ (cosa que entiendo que sacó de un comercial de esas galletitas). Llegamos a casa y ella seguía con su juego, cuando estaba abriendo la puerta me muestra una galletita con dos corazones en vez de ojos y una sonrisa de jalea en los labios.

      -          Mira papi esta galletita
      -          Esa se la tenés que regalar al nene del que estés enamorada

Le propongo esperando a ver que me respondía, ya que no le gusta mucho que la joda con que tiene novio y esas cosas. La gorda sin pensarlo me responde:

      -          Entonces te la regalo a vos papi, porque yo estoy enamorada de vos


Nada mejor que te saquen una sonrisa con otra sonrisa.

lunes, 26 de junio de 2017

Otra época

      -          Papi, cuando vos eras chico no tenías luz

La gorda me agarró distraído mientras cenábamos, estaba bien que por las bajas temperaturas tuvimos muchos cortes de luz en el barrio, pero no era suficiente para caer en esa conclusión.
      -          Te parece gorda? .– la tantie para ver a donde quería llegar con su idea
      -          No, ni play
      -          Eso si que no teníamos
      -          Ni autos, ni calesitas, ni leche, ni agua
      -          Para para para, yo no vivía en la época colonial eh .– me ataje creyendo entender a donde apuntaba con su idea

Lo pensó unos segundos y siguió:
      -          Bueno, vos no, pero mamí sí, a ella le llevaban el agua a caballo, la leche recién ordeñada, y pasaban unas señoras vendiendo empanadas por la puerta su casa…


Aunque se le confundan algunos conceptos, la gorda sabe quién de la familia pertenece a qué etapa de la historia.

lunes, 30 de enero de 2017

¿Por qué?

      -          Papi, con Santi cuando seamos grandes no queremos tener hijos – me sorprendió la gorda mientras nos dirigíamos al baño.
      -          ¿Estas segura hija? Mira que es algo muy lindo tener hijos.
      -          No, lo hablamos anoche, yo no quiero tener hijos, él tampoco – me retrucaba mientras se reía de costado y me miraba desde abajo.
      -          Pero te vas a perder la oportunidad de tener una cosa hermosa como vos a quien querer y amar más que nada en el mundo – quise convencerla, pero a pesar de que sabía lo que quería trasmitirle no supe cómo, me quedé sin palabras, sin argumentos.

¿Por qué nos decidimos a ser padres? ¿Qué nos lleva a tomar esta responsabilidad gigante? ¿Qué nos motiva a comenzar a transitar el camino más difícil y duro al que puede enfrentarse un ser humano?

No hace mucho (aunque sea para mis recuerdos), mi viejo me levantaba tempano para acompañarlo a hacer los mandados, solían ser domingos, y yo lo tomaba como un castigo por haber salido la noche anterior, haber vuelto tarde y con alcohol en exceso en sangre. Mientras caminábamos por el barrio me contaba alguna anécdota de su juventud o algún pensamiento que tuviese dando vueltas. En algunas de esas charlas recuerdo que me planteaba el por qué la gente quería tener hijos (en realidad se lo planteaba para sí mismo, conmigo como testigo). Según su argumento no tenía sentido, solo se perdía tiempo, libertades, dinero, se cedía mucho para algo que no tenía un sentido claro (y eso que me lo planteaba a mí, que era su hijo, ni me quiero imaginar lo que hablaba con los amigos). ¿por qué alguien querría cambiar pañales, lidear con maestros enojados, gastar fortuna en ropa y zapatillas ajenas, perder tiempo en médicos y odontólogos?

Hay varias personas que argumentan que lo que uno sigue es un ‘instinto de paternidad’. Según ellos, algo muy misterioso y arraigado en nuestros genes hace que en determinado momento tengamos la necesidad de procrear, como tenemos la necesidad de comer, defecar, o dormir. Si, suena raro y muy místico, y difícil de validar, pero el fin último de este instinto sería la supervivencia de la especie (menuda responsabilidad le tiran a uno sobre los hombros). Por este mismo motivo el acto sexual que lleva la procreación es tan satisfactorio y placentero, toda una trampa envuelta en millones de años de evolución con el fin último de que seamos padres.

Alguna vez leí que si los humanos fuésemos inmortales dejaríamos de tener hijos, y es un argumento bastante válido para llegar a la conclusión de que uno, al ser padre, busca perdurar su vida más allá de la muerte, y que mejor forma de lograrlo que a través de sus hijos. Nuestra sangre es nuestro único legado, todas las acciones que hagamos en vida serán olvidadas en unos pocos años, pero saber que perduramos en nuestra descendencia es lo más cerca que tenemos de ser inmortales.

Hay ciertos factores sociales o de grupo que también influyen en esta decisión. Que algún integrante del grupo de amigos, parientes o de pertenencia comience a tener hijos genera una reacción en cadena que lleva a que muchos integrantes del mismo grupo se comporten en forma similar. Sí, sé que suena difícil que basemos nuestras vidas en las decisiones de los demás, pero vean cuantos amigos o parientes tienen hijos con la misma edad que los nuestros y verán que no es algo tan alocado. Los factores sociales suelen ser más fuerte en las mujeres, nacen con el título de madres bajo el brazo y se pasan la mitad de su vida tratando de validarlo. Es una carga muy grande para ellas, pero no deja de ser un regalo.

Es difícil describir o detallar lo que significa ser padre, son un sinfín de momentos que no se acaban, que te llenan de satisfacciones. Sentirlo en el vientre de la persona con la que compartís tu vida, verlo por primera vez a través de un vidrio, sentir lo más frágil del mundo entre tus manos, sus pequeños huesos, su suave piel, su delicado olor, hacer contacto visual y prometerle que siempre vas a cuidarlo, que se duerma entre tus brazos, sobre tu pecho, cambiarle el pañal con la delicadeza de estar desarmando una bomba nuclear, vestirlo rogando por no estar rompiendo nada, escuchar sus primeras palabras, el ‘papá’, el ‘te quiero’, el ‘te extrañé’, el ‘precioso’, verlo caminar, comer, crecer, sentir realmente la dimensión del tiempo al verlos cambiar a cada momento, sus angustias, sus dolores, sus lágrimas, todo convertido en dolor propio, el saber que gracias a ellos sos una mejor persona (o aunque sea intentás serlo), el identificarte con sus gestos, sus palabras, sus acciones y sentir que una parte tuya, la mejor, vive en ellos, descubrir que el mejor remedio para un día de mierda es llegar y ver una sonrisa en sus rostros al verte cruzar la puerta. El saber que tu vida tiene sentido con solo darte cuenta que fuiste capaz de crear algo tan bello.


Son tantas sensaciones, tantos sentimientos, es todo tan confuso y tan simple a la vez, no se puede explicar en 2 libros, en un blog, no existen palabras para describirlo, lamentablemente hay que vivirlo. Como alguna vez dije, la paternidad es el trabajo más duro al que puede enfrentarse un ser humano, pero también el más gratificante. 

jueves, 29 de diciembre de 2016

La banda de Rock

Otro año nuevo, otra navidad, otro reyes. Como siempre pasa en estas fechas nos llenamos de compromisos, reuniones, despedidas, agasajos. Son días que se viven muy rápidos, duran poco y nos dejan agotados.

Dentro de todo este trajín diario está el tema de los regalos para los que tenemos chicos. Papa Noel y los Reyes esperan cartitas, mails o mensajes de textos con los pedidos de los niños. Santi, acorde a su edad, y sabiendo ciertos detalles ocultos para los más chicos, ya pide a conciencia, hay cierta negociación y vivimos el momento sin grandes sorpresas y sobresaltos. Uma con sus cuatro años y medio es todo lo contrario, ella sabe exactamente lo que quiere, pero ¿cómo le explico que lo que quiere es una locura?

El año pasado pidió una guitarra, la cual se la trajeron (tanto de juguete con ruidos automáticos, como un ukelele de verdad para que intente hacer música de enserio), luego fue un micrófono, lo cual también llegó, estas navidades fue batería (¿de cocina? Le preguntaron varias personas, y ella respondía moviendo las manitos ‘no no, la de hacer ruido, puf paf puf’). Después de varios idas y vueltas, Papa Noel le trajo la batería, una chiquita pero linda, 5 bombos, un platillo, los palitos y un banquito. Ella se sienta y arranca puf paf puf, contenta haciendo ruido.

Ahora, a 28 de diciembre, le llegó el turno a los reyes. Santi arrancó con ‘¿le puedo pedir a los reyes tal cosa?’, guiñándome el ojo, y ahí salto la gorda.
      -          Yo les voy a pedir una trompeta
      -          Nah, déjame de joder con los instrumentos – retruque - ¿qué querés, armarte la banda vos sola? Porque no les pedís algo más normal, una muñeca, un disfraz, ¿no querés una casita para Tomacito? (Tomacito es su bebote)
      -          No, una trompeta, o un chanderman, o una pistola de esas que son así y así.

Yo me la quedo mirando con la boca abierta sin saber que decirle mientras ella se mata de risa y sigue con sus cosas haciéndose la distraída y desviando el tema de conversación.


No entiendo de dónde sacó ese fanatismo por los instrumentos musicales, en casa salvo yo que a veces hago ruido con el ukelele nadie toca nada, no somos familia de músicos, es más salvo blus y rock and roll no se escucha nada en la radio, pero de seguir así voy a tener que ir encargando un arpa para el año que viene, porque se me están acabando las opciones de regalos.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Por si no te diste cuenta estoy siendo irónico

Ayer terminamos de cenar y nos colgamos viendo la tele mientras Uma terminaba de vaciar su plato. En eso lo veo a Santi jugando con unas piedras de adorno que suelen estar arriba de la mesa y le digo:

      -          Santi, dejá esas piedras que son de tu madre y son energéticas

      -          Ahhhhhhh bueeeee, E NER GE TI CAS – me dijo con ironía y sarcasmo mientras me miraba serio, las dejaba sobre la mesa y comenzaba a revolear sus manos como si le estuviesen quemando, no pude aguantarme y comencé a matarme de risa.

El sarcasmo no es un tipo de humor muy común, es difícil de explicar y aplicar, a veces puede causar problemas porque puede considerarse un tipo de burla hacia la persona a la que está dirigido el comentario. En capital se usa mucho, los porteños suelen aplicar la ironía y el sarcasmo en casi cualquier comentario u opinión que surja en un grupo de amigos, pero si uno se quiere hacer el gracioso usando el sarcasmo en el interior del país es más probable que termine con un cuchillazo en el pecho que con personas riéndose alrededor.

No sé dónde Santi aprendió a usarlo, pero le nace natural. No solo a él le funciona en casa, después de bañarnos le tocó el turno a Uma.

       -          Pa, ¿cómo describirías a la Tía? – me preguntó Santi mientras yo cambiaba a su hermana en el sillón y él trataba de anotar algo en su cuaderno.
       -          ¿A qué tía? – le pregunté, pero se quedó trabado pensando
       -          ¿A la tía Marisa? – le preguntó Uma
       -          No
              -          ¿A la tía Lau?
       -          No
       -          ¿A la tía Karen?
       -          Nooo – y Santi comenzó a molestarse, entonces Uma redobló la apuesta
       -          ¿A la tía Laurita?
       -          Nooooo
       -          ¿A la tía Beatriz?
       -          NOOOOO
       -          ¿A la tía Mamá? – Y empezó a provocarlo mientras se le escapaba una sonrisa
       -          NOOOOOO  BASTA
       -          ¿A la tía Roco? ¿A la tia Catan? ¿A la tía heladera? ¿A la tía casa?


Hasta que Santi se cansó y se fue enojado mientras la gorda me miraba y me secaba las lágrimas en los ojos de la risa.